viernes, 25 de enero de 2013

El Duelo... Superar la dolorosa pérdida de un ser querido


Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, hemos vivido la dolorosa experiencia, de perder a una ser querido, que nos sumerge, en un proceso de duelo, el cual no es más, que un proceso de adaptación emocional, que surge como una reacción de nuestra mente ante la pérdida. En otras palabras, es una reacción principalmente emocional, además de comportamental, en forma de sufrimiento y aflicción cuando el vínculo afectivo se rompe.

La intensidad y duración de este duelo, es decir, el proceso de elaboración del duelo, depende, de la magnitud que esta pérdida tiene para el doliente; así como también, lo que signifique para él o ella. Por tal motivo, es un proceso muy personal, que varía de unos a otros. El mismo, puede comenzar incluso, antes de que la pérdida ocurra. Todo lo cual, depende de diversos factores como:

• El haber vivido o no otras experiencias de duelo.
• Las ideas religiosas, filosóficas o espirituales acerca de la muerte que tiene el deudo.
• El sexo de la persona que sobrevive.
• El apoyo que recibe el deudo de su familia y amigos.
• El tipo de relación afectiva que se tenía con la persona fallecida.
• La duración de la enfermedad y la agonía, en caso de ser un familiar cercano al deudo, tales como hijos, padres, esposos, abuelos, entre otros.
• Si la muerte se produjo por suicidio, enfermedad, si fue un asesinato, un accidente o en su defecto imprevista.
• El aspecto del cadáver.
• Si el deudo dependía mucho del fallecido, como lo es en el caso de los hijos que pierden a sus padres a temprana edad.
• El tipo de vínculo y el apego que el deudo tenía con la persona fallecida, bien sea, padre-hijo, pareja, amigos.
• La presencia de terceros a los que la pérdida les afecte.

El duelo, se expresa a través de diversas manifestaciones de luto, que pueden variar de cultura en cultura, de religión en religión; así como, de persona en persona. Igualmente, puede exteriorizarse con llantos, rabia, ataques violentos y un buen número de reacciones generadas por las sensaciones de dolor, las cuales, es recomendable, reconocer y darse el permiso de vivirlas, además de sentirlas, para no caer en conductas desadaptativas como la agresión indirecta.

El camino que conlleva a la elaboración del duelo, implica el experimentar una serie de etapas, en donde retrocesos y avances, son absolutamente esperables, es por ello, que no debemos preocuparnos cuando esto sucede, ya que, en la medida que avanza, la duración de cada etapa se va haciendo más corta, así como menos intensa.

En primer lugar, se experimenta una fase de shock o estupor, donde el doliente se siente como embotado, emite conductas automáticas y se muestra incapaz de aceptar la realidad. Algunos actúan como si no hubiera ocurrido nada, aparentando que aceptan plenamente la situación, otros, incluso se paralizan y permanecen inmóviles e inaccesibles por algún tiempo que puede abarcar horas e incluso días, hasta que superan esta fase. Esto no es más, que la activación de un mecanismo de defensa, que le sirve al doliente para dar tiempo para asimilar la noticia de la pérdida, ya que es un instinto valioso de supervivencia. El que sufre, incluso se pregunta si tiene sentido seguir viviendo y si podrá continuar con su vida diaria. En ese momento, la vida parece no tener significado, ni valor sobre todo si la muerte resulta inesperada.

Luego, en segundo lugar, se pasa por una fase de rabia o agresividad, donde el doliente se siente inseguro, y con poco valor personal, incluso pueden llegar a sentir una profunda rabia hacia quienes cree responsables de la pérdida. Puede sentir, que lo que vive es injusto y se siente desamparado. Asimismo, puede padecer insomnio, pesadillas e incluso, su sueño puede que no sea reparador. La capacidad de concentración y memoria disminuyen. Pueden que adelgacen o engorden, ya que su apetito aumenta o disminuye según como se sienta. Difícilmente disfruta de actividades cotidianas.

Seguidamente, en tercer lugar, sobreviene una fase de desorganización y desesperanza donde el doliente empieza a tomar conciencia de que la persona que perdió no va a volver. Algunos refieren, que sienten que el fallecido se les presenta momentáneamente. Pueden llegar a sentirse apáticos, tristes, nada le interesa e incluso puede que abandonen el cuidado de sí mismos, y en casos muy extremos hasta su higiene personal, deja de hacer las cosas que habitualmente hacía y le agradaban. Otros, llevan a cabo cambios radicales y cambian de trabajo, de casa, muebles, se deshacen de objetos e incluso se alejan de su familia y amigos. Puede que se aíslen, y no disfruten de la compañía y actividades que antes disfrutaban, todo lo cual hacen que se sientan aún más tristes y solos. Pueden sentirse inútiles y sin control para manejar la situación.

Finalmente, prosigue en cuarto lugar, una fase de reorganización, donde paulatinamente va afrontando la nueva situación y reorganiza su propia existencia, donde el recuerdo de su ser querido empieza a transformarse en una emoción reparadora. Aquí la pérdida se hace más real y empieza a aceptar que su vida ha cambiado permanentemente, como en el caso de la orfandad y la viudez, asimismo, puede que necesite desempeñar algunas tareas del ser que partió, su propia identidad se redefine y se asume la nueva realidad.

Es importante considerar, que la persona que vive el duelo, puede que sienta la sensación de revivir una y otra vez, las sensaciones vividas anteriormente, sin embargo, se irá adaptando con mayor tranquilidad al hecho que no puede cambiar la pérdida. Acepta que tiene que seguir su propio camino y su propio tiempo, con su propio esfuerzo. Al final de esta etapa, se recupera, establece nuevas relaciones, mira hacia el futuro con positivismo y aumenta su habilidad para interactuar con otros. Del mismo modo, retorna el cuidado de sí mismo, se hace más maduro y repotencia su crecimiento personal.

El proceso de elaboración del duelo, siempre culmina en algún momento, sin embargo, puede prolongarse dependiendo de los factores mencionados anteriormente. Es por ello que en los casos en los que se prolongue excesivamente, en los que la persona en duelo, se queda enganchada en la culpa, la rabia o la tristeza profunda, que le impide avanzar en el replanteamiento de una vida sin su ser querido, se recomienda buscar el asesoramiento de un terapista, especialista en duelo como un psicólogo, psiquiatra o tanatólogo.

Dado todo lo anteriormente referido, considerar los siguientes planteamientos, resultan de gran ayuda para quien atraviesa un periodo de duelo:

• El que vive un duelo necesita ayuda, sin embargo muchas veces no la pide, es por ello que los que le rodean deben ayudarle y no solo ponerse a la disposición, haciendo trámites o quehaceres por ellos.
• El doliente, necesita compañía y muestras de amistad, por ello, podemos organizar actividades recreativas apropiadas para ellos, como paseos y deportes, que le ayuden a pensar en otra cosa, aunque sea momentáneamente.
• La soledad no es tan mala, a veces necesitamos ese espacio para contactar con las emociones y reorganizar nuestros pensamientos, sin embargo, la compañía nos ayuda a ser aún más llevadero el dolor. Saber que tenemos a un buen amigo que comprende lo que sentimos y nuestras reacciones, respeta nuestros silencios y nos permite desahogarnos sin juicios, resulta de un gran valor, incalculable en esos momentos.
• Los rituales, como sepultar, cremar, orar, hacer misas, actividades en su honor o cualquier otra actividad que nos permita despedirnos, nos resultan un gran paso para decir adiós y avanzar en la elaboración del duelo.
• Cada proceso de duelo, se vive de manera única, y su respeto comienza por el respeto hacia ti mismo, no te compares con otros que pasaron por la misma experiencia, como personas diferentes reaccionan de manera distinta para adaptarse a la situación, no necesariamente porque otro lo haya superado más rápido que tú, no indica que seas anormal. Sin embargo ten en cuenta que buscar ayuda profesional siempre ayuda a que el dolor que se siente sea más llevadero y se supere aún más rápido.
• Comunica lo que sientes, hablar acerca de tus sentimientos siempre ayuda a evitar las emociones contenidas, recuerda que mientras más te desahogues, más rápido lo superas.
• Instrúyete, acerca de lo que es la muerte, tal vez, te sonará algo raro. Sin embargo, comprender aún más este proceso, hará que tu dolor por la partida sea aún menor. Al fin y al cabo, este viaje que llamamos vida tiene un tiempo límite y nosotros tarde o temprano, también moriremos, solo nos queda hacer algo bueno, el tiempo que nos queda con nuestra vida, el tiempo que nos dure, y por qué no? … hacer cosas buenas en nombre de quienes ya partieron, como forma de honrarlos.

Espero este artículo te sea de gran utilidad para honrar la vida de los que partieron, honrando tu propia vida. ¡Hasta un próximo encuentro en este viaje!!!!!

Msc. Psic. Eileen Azuaje

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